Jorge Hernández Tinajero, del Colectivo por una Política Integral hacia las Drogas, advierte que tras la actual ofensiva antinarco lanzada por el presidente Calderón no hubo menos drogas ni tráfico, pero sí más violencia y muertes.
El Colectivo por una Política Integral hacia las Drogas (Cupihd) tiene corta vida y larga experiencia. Desde hace una década, Jorge Hernández Tinajero, su presidente, organiza la marcha de Legalización de Cannabis junto con otros activistas. Luego vino el salto a la política, como asesor de la diputada Elsa Conde, y elaboraron proyectos sobre los derechos del usuario, el uso de marihuana para fines medicinales y el cultivo de cáñamo industrial. “Los tres quedaron congelados”, dice el activista, coorganizador de la tercera Conferencia Latinoamericana sobre Política de Drogas, que también sirvió para lanzar la primera Conferencia Mexicana sobre el tema. Que esta última continúe el próximo año es responsabilidad y desafío de CuPIhD, fundada en 2009, en una situación adversa. “Aquí decimos que los niños nacen con, sin y a pesar del médico”, señala Hernández Tinajero al respecto.
–En 2006, cuando Felipe Calderón asumió por un muy escaso margen de votos, lanzó de inmediato la guerra contra las drogas. ¿Fue un gesto demagógico? ¿Cuán previsible era esta cantidad de asesinatos?
–En ese momento no podíamos suponer que iba a ser demasiado distinto a lo que pasaba antes, que se aumentaba la política represiva contra los narcos y tenían menos atención o poder pero las cosas estaban siempre en un cierto equilibrio, no en control. Parte de la estrategia fue fragmentar los carteles, ir sobre ciertas cabezas y eso generó una desestabilización terrible, creo que fueron muy ingenuos al subestimar el tamaño del problema y la importancia de los equilibrios que existían. Fue una forma de legitimarse. Pero hoy no hay menos drogas en las calles ni menos armas ni menos exportación a Estados Unidos. Todo sigue igual, pero hay más violencia. Se les fue de las manos, Calderón mismo lo reconoció pero dice que no hay alternativas. Nuestra posición es que sí hay alternativas, siempre hay.
–Cuando se lanza la guerra 2006, ¿cuál era el panorama del activismo?
–Habíamos avanzado mucho en el tema de la regulación de la marihuana. Pero ahora me di cuenta de que algo no funcionaba en México. Lo confirmo en esta cumbre cuando hablo con activistas españoles y argentinos. En España impulsaron los clubes de cultivo cooperativo porque estaban atrapados en las redes de hachís marroquí de mala cantidad. En Argentina igual pero con el prensado paraguayo. En México no cultivamos porque acá el mercado te ofrece todo, nadie siembra vid si puede ir al súper a comprar vino. En el caso de la cannabis, en México hay opciones para cualquier bolsillo. Aquí el reto es crear una cultura de cannabis y del autocultivo para hacer clubes.
–¿No reclaman la regularización del mercado informal?
–No llegamos a ese nivel. Hay consignas, un lema revolucionario es el de Zapata, “tierra y libertad”. El movimiento cannábico lo adopta y lanza “tierra para sembrarla, libertad para fumarla”. Pero el movimiento como tal es más bien festivo, de rechazo a lo que hay, en buena parte falta claridad de objetivos. Hay que entender las prioridades. De los chicos que salen a marchar, muchos son muy marginales, invisibilizados por la sociedad con problemas graves como la violencia y las difíciles condiciones socioculturales. Están pensando en ejercer su libertad. En el contexto de la guerra, es complejo para ellos todavía pensar en cómo regular. Nosotros estamos introduciendo la noción de autocultivo, si uno cosecha lo suyo probablemente no le tenga que comprar al crimen organizado, pero aquí tenemos que ser muy cuidadosos. Yo no hablo en contra de enfrentar el crimen organizado, nadie puede estar en contra de que se le enfrente, pero en México el debate se polariza mucho. Si yo digo que hay que cultivar para acabar con el tráfico, me vuelvo un blanco. Mi mensaje para ellos es: somos clientes, dennos garantías de mercado.
–Parece un mensaje al gobierno.
–Pero no. No nos metemos. Nosotros defendemos nuestros derechos, ésa es nuestra perspectiva, de otra manera estamos muertos.
–¿Ustedes reclamaban la ley de menudeo?
–Esa fue una movida distinta y fue leída mundialmente como que en México se había descriminalizado el uso, pero en el fondo el diseño de la ley es muy perverso y tiene efectos contraproducentes. Se sancionó en 2009 y la idea original, retóricamente, era que “no sirve de nada perseguir a los grandes capos si no hacemos nada por atrapar a los que les venden a nuestros niños. Hay que ir contra los pequeños vendedores”. Al decir eso, y no creo que se dieran cuenta, tuvieron que decidir quién era usuario y quién delincuente. Y trabajaron por cantidades reguladas. Hay muchas maneras, aquí pasó que las cantidades son demasiado bajas. Para cocaína el permiso es de medio gramo, cuando todo el mundo sabe que se vende de a gramo. Para marihuana son cinco gramos, pero nadie compra de a 5 porque tiene que ir varias veces y es más riesgoso. Estás exponiendo al usuario.
–¿Y la policía cómo reaccionó?
–Saben los movimientos. Saben que tú tienes porque compraste y el vendedor también. ¿Por cuál van a ir? Por el usuario, porque no se meten con los intereses del crimen organizado. Y al mismo tiempo, ese usuario, que tiene pocos mecanismo de defensa, que muchas veces ignora sus derechos, acaba en la cárcel. Muchas veces sin que le puedan probar el tráfico. Como la ley es federal, el gobierno hizo modificaciones para que los distintos estados intervengan pero hay una rebelión porque las policías estatales no están preparadas, los expone a una guerra distinta. Además, muchos gobernadores no tienen recursos porque a los detenidos hay que derivarlos a la Justicia local. Entonces sólo algunos implementan la ley, que entra en vigencia este año en DF.
–¿Cómo es la relación de ustedes con el gobierno de Calderón?
–Siempre han intentado ignorarnos. Están en una posición complicada, en un pantano en el que se metieron ellos solos y cada vez que se mueven se hunden más. Tratan de no entrar a terrenos donde pierden, por eso no discuten. Mientras, alimentan el miedo de la gente contra la criminalidad organizada. Ahora Calderón abrió un espacio para que la Universidad Nacional de México discuta el tema. Es decir, lo llevan fuera de su ámbito, espero que no sea una estrategia de dilación. Nosotros vamos a ir y a insistir en que hay otras opciones a la guerra.